Su El País, Javier Cercas a proposito del premio Nobel per la letteratura a Mario Vargas Llosa:
“La notizia non è che gli abbiano dato il Nobel. La notizia è che non glielo avessero dato prima”.
Porque, para mí, la noticia no es que ayer le dieran el Nobel a Vargas Llosa; la noticia es que todavía no se lo hubieran dado. Teniendo en cuenta el tamaño real de su obra, el hecho es desde luego asombroso. Veamos: Vargas Llosa publicó a los 26 años La ciudad y los perros; a los 29 publicó La casa verde; a los 32 publicó Conversación en La Catedral. Esas tres novelas deberían bastar para concederle a cualquiera el Premio Nobel; en realidad, bastan para convertir a cualquiera en el mayor novelista del español. Quiero decir que, aunque en español haya alguna novela comparable a esas -poquísimas-, no hay ningún novelista de nuestra lengua que haya escrito un conjunto de novelas semejante. El problema es que, luego, Vargas Llosa publicó cosas como La tía Julia y el escribidor, como La guerra del fin del mundo, como La Fiesta del Chivo, tres títulos que, sumados a los anteriores, le colocan directamente en la estratosfera. Es cierto, sin embargo, que Vargas Llosa no siempre está en plena forma; pero eso no resuelve el problema sino que lo complica: porque resulta que, cuando parece que no está en plena forma – digamos en Historia de Mayta o en ¿Quién mató a Palomino Molero?-, Mario Vargas Llosa está más en forma que la inmensa mayoría de los novelistas cuando está en plena forma. […]
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